Oriol Pi de Cabanyes Con Josep Vergés se nos fue un estilo de hacer negocio con la cultura que se ha llevado por delante la funesta idea de la máquina continua, el frenesí hiperindustrial. Y es que Vergés hizo de editor con mentalidad de artesano. Es un estilo de relacionarse con el producto que ha ido desapareciendo, como han ido desapareciendo, inevitablemente, los médicos de cabecera. Como capitán de empresa trató con sus proveedores o con sus colaboradores bajando al detalle, pero sin perder nunca de vista el sentido global de lo que estaban construyendo entre todos. Según Martinell, Josep Vergés i Matas "tenía la secreta ambición de rehacer la fortuna de sus antepasados". No lo dudo. Si lo consiguió o no, tanto da. Lo importante es que con este ideal llegó a hacer, seguro, grandes cosas de las que nos hemos beneficiado todos. Y no se trata solo de la "Obra completa" de Pla, que ya es mucho, sino de que a Pla Vergés le dio una seguridad psicológica sin la que su talento no hubiera sido tan extraordinariamente aprovechado. Porque si Pla fue un "kulak", como decía Fuster, se podría decir que su editor Vergés fue algo así como un "shogun". ¿Qué hubiera sido de Pla sin Vergés? ¿Qué obra hubiera dejado un Pla sin la plataforma fija de "Destino"? Y ya no digamos un escritor en catalán como Pla no sólo condenado al ostracismo sino incluso al exilio -exterior o interior- como tantos otros. Vergés no hizo a Pla, pero Pla sin Vergés hubiera sido otro. Digamos de paso que no es deshonroso que Pla aprovechara los trajes usados de su patrón, como ha dicho alguien. Al contrario, es un hecho que pone de relieve hasta qué punto se continuaban dando en la Cataluña de la segunda mitad del siglo veinte unas relaciones de trabajo antes basadas en las responsabilidades del amo que en la explotación del trabajador. El cabeza de lista de la riqueza mundial es, como casi todo el mundo sabe, el señor Bill Gates, el patrón de Microsoft. Interrogado por un sagaz periodista, en una ocasión declaró: "Seguramente no me esperaba ni mucho menos estaba motivado por la idea de que un día mi sociedad llegaría a tener tanto valor. Me entusiasmo con la idea de lo que el ordenador puede hacer por la gente. Si Microsoft va bien, tanto mejor, pero mi objetivo no ha sido nunca la riqueza". No faltarán quienes lo pongan en duda, pero yo le creo. Y es posible que Josep Vergés podría haber llegado a hacer afirmaciones semejantes. Salvando las distancias, también se entusiasmó con una idea -crear un producto, difundir sus valores- que fue creciendo poco a poco hasta convertirse en una marca de referencia cuya importancia ya no niega nadie. Josep Vergés ganó dinero haciendo una revista, unos libros, unas tiendas de productos culturales. Fue un gran empresario de la cultura, un empresario un poco al estilo de aquellos patrones de empresa de antes, digamos que como de los tiempos del viudo Rius. Y lo llegó a ser porque, antes que otra cosa, fue un creador. ¿Qué empresario de fuste no lo es? Por bien que de él podríamos decir que, a diferencia de tantos otros empresarios (incluidos los de la cultura industrial, sobre todo hoy), Vergés no tuvo como primer objetivo de su trabajo el ganar dinero. Su principal propósito fue un proyecto cultural, construir una plataforma mediática, tejer un imaginario colectivo para la Cataluña un poco al estilo inglés con que posiblemente soñó.
La Vanguardia 31/07/2001
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