Baltasar Porcel:
Parcela de eternidad




La Vanguardia – 7 d'octubre 2005

Omnium Cultural ha organizado un ciclo de conferencias sobre Josep Pla, que me cupo el privilegio de inaugurar y que ha continuado con J. Gallofré, en el que figurarán desde veteranos hasta jóvenes especialistas en el escritor, como J. M. Castellet o X. Pla. La entidad rebosaba de público, el autor de los Homenots sigue suscitando mucho interés, que aumentará con la próxima reedición en catalán y castellano de la primera versión de Nocturn de primavera, sin duda su mejor novela, un alocado haz de existencias vulgares, y de la publicación de sus crónicas en castellano sobre la II República.

Pero en el ciclo de Òmnium anida también cierto morbo: según su presidente, la entidad quiere endulzar así el antiguo y reiterado mal sabor de boca que provocó al negar tantas veces el Premi d´Honor de les Lletres Catalanes a Pla. La razón era simple: aunque Pla fuera un gran escritor, su relativa colaboración con el franquismo durante la Guerra Civil y su uso del castellano en la posguerra le desposeían de la ejemplaridad patriótica que también requiere el premio. Y en esto tiene razón Òmnium, sus principios no son otros. Pero la ha perdido diversas veces al premiar a autores que han sido más políticamente sectarios que catalanistas y a otros cuya obra no merecía más que plácemes de tercer orden, a la vez que varios jurados del premio y diversas personalidades y empresas que lo han patrocinado se mostraron más tolerantes, muchísimo más que Pla, con relación al régimen del general y desde luego al uso del idioma castellano en sus relaciones, publicidad y ambiente familiar. O sea que Pla fue uno de tantos como ciudadano, amén de un gigantesco escritor. Con cuya obra, por si fuera poco, ha dado fe de una catalanidad ilimitada, la ha impulsado entre la gente, amén de convertirse en el escritor en catalán de mayor envergadura -no digo calidad, aunque acaso también- desde Ramon Llull. Catalunya y Pla son lo que son, en bien, en mal y en regular. Y en fariseísmo.

Sin embargo, todo esto resulta archisabido. Aquí la novedad radica en Òmnium, primero porque el gesto de la entidad es equilibrado y elogiable, une en lugar de separar, se basa en la sustancia y no en lo accesorio. Y es generoso: la actual junta nada tiene que ver con las de ayer. Después, porque acaso signifique que Òmnium se cura en salud y aprovechará en el presente las enseñanzas del pasado: está en la brecha, puede cometer y ha cometido errores similares al perpetrado con Pla. Mientras, a éste todo esto ya no le va ni le viene, le amargaron en vida, pero ahora su figura ya está por encima de lo humano y se sume en su parcela de eternidad.




Baltasar PorcelLa Vanguardia- 07/10/2005


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