ENSAYO: "Diccionari Pla de literatura Josep Pla"
Edición de Valentí Puig
Destino 921 Páginas 3.500 Pesetas
En la nutrida obra del grafómano Josep Pla, los juicios de carácter literario constituyen una parte nada despreciable del conjunto. Valentí Puig, insigne planiano de nuestros días, ha tenido la paciencia de leer al autor ampurdanés de cabo a rabo y la aún mayor de acometer una de las labores de más enjundia académica: el vaciado riguroso. Resultado de su empeño: un volumen de casi un millar de páginas, que contiene entera una biografía literaria enciclopédica; un tomazo que recoge el canon occidental según el escritor y también su poética particular.
Las ventajas de un volumen como éste saltan a la vista: a uno le puede venir muy bien saber qué es lo que opinaba Pla sobre Carner, sobre Edgar Allan Poe (lector, por cierto, de Ramon Llull) o sobre el café (bebida de gran tradición literaria), todo ello sin necesidad de recurrir a la obra completa, aún contando ésta con el rastrillo de los polémicos índices. Pero, todavía más, a uno le puede venir en gana leer de corrido, como si de un volumen memorialístico se tratara, la filosofía de la composión según el propietario del Mas Llofriu, su canon personal.
En este sentido, el recopilador prefiere pensar que el "Diccionari Pla de literatura" actuará como feliz acicate para captar nuevos adeptos para la obra del hombre del abrigo, antes que alejar de ésta a ciertos interesados que con el volumen comentado van a tener más que suficiente. Éstos últimos, en todo caso, engrosan las filas de los amantes de la literatura antes que de la vida, personajes que en nada interesaban a Pla. La literatura no es más que un esfuerzo contra el olvido, apunta el de Palafrugell una y otra vez. A la par, Pla no puede concebir acaso una sola página, ya sea suya o de otros, sin que desemboque ineluctablemente en la vida.
En literatura se muestra partidario de lo concreto, de que los textos tengan gran precisión geográfica; de que se encuentren enmarcados en un tiempo determinado. Escribir, para Pla, significa describir, "con la máxima inteligibilidad posible", nada más y nada menos. Y por ello aboga por la adjetivación real, realista, en sus términos.
No le gustaba que le dieran sopas con honda: "No creo que el arte empiece donde acaba la imitación, todo lo contrario. Creo que el problema estético fundamental de nuestra época es el de la buena elección del plagio".
Se dirá que Pla era tradicional (tradicionalista) en casi todo, mayormente en los usos literarios. Así le ha ido: en la actualidad, la prosa del autor de "El quadern gris" se cuenta entre las más canónicas que se han dado en el siglo XX en catalán. Cuando el río suena... Anotaba que este diccionario encierra un canon de autores según el criterio de Pla. Pocos son los desechados: Borges, Camus -que le parecía un escritor "superficial, vacío, enormemente retórico, insignificante"-, Apollinaire... Es sabido que nuestro autor era poco proclive a la vanguardia estética, y también a los escritores "de los libros", como Borges, que llega -juzga- "a ser insoportable". No podía ser menos: Pla se proclama, con plena convicción, un escritor "de la corriente de la vida".
Tampoco era santo de su devoción Carles Riba: "Fue el noucentista más químicamente puro. Su prosa es totalmente original, es decir, horrible". Muchos más son los admirados, entre otras razones porque Pla cobraba rigurosamente sus colaboraciones periodísticas y siempre resulta mucho más rentable dar jabón que aplicarse al barrido: Balzac, Stendhal, Chateaubriand, Poe, Hugo, Machado, Maragall, Browning, Prevelakis, Baroja, Sagarra, Gaziel, y de nuevo Baroja (quien "describe la sociedad española de su tiempo de una forma prodigiosa y completa"), etcétera.
Gran amante de la literatura francesa, de ese impresionante contingente de novelística burguesa que, de todos modos, Pla critica en ciertas cuestiones de detalle (¡cuán irónico se muestra al destacar las "incomparables delicias" recogidas en algunas de las más célebres páginas de la literatura gala que inmortalizan a gatos y chimeneas!). Se dirá que Pla era hombre de ideas preconcebidas, más testarudo que una mula. Pues no: Ezra Pound encarna, en principio, un modelo de escritor que para nada convence ni interesa a Josep Pla. Aún así, el catalán destaca la importancia del autor de los "Cantos", y sabe situarlo como se merece en la historia de la literatura mundial. "La literatura de un país la hace quien tiene algo que decir --y lo dice". Repito: a Pla no le gustaba que le dieran sopas con honda.
Se le han criticado a menudo, muy a menudo, sus tibias posiciones respecto al catalanismo. Lean este magnífico ejemplo en que a mí me parece que resuelve la tensión entre cierto patriotismo de recuperación de las esencias perdidas (no puedo sino citar a Foix, su máximo artífice) y el patriotismo digamos que implícito en su monumental obra, en su particular poética, en su estilo singular, que oculta el artificio; en una lengua que, de tan cercana y alejada de los requisitos en boga, resulta siempre original: "Una lengua debe ser fácil y cómoda: jamás una forma del heroísmo".
No se pierdan este formidable volumen. Podrán simpatizar más o menos con el hombre de boina y abrigo, podrán juzgar como temerarias muchas de sus aseveraciones (el descarte de cierta literatura de raíz fantástica y de cariz moral, léase Kafka y seguidores), pero se percatarán de la aguda inteligencia de un hombre que siempre se las dio de payés, aun cuando jamás lo fue: ni por lo que respecta a la extracción ni mucho menos a la condición.